Paracas: Líneas de Nazca, Oasis de Huacachina, Hacienda Tacama


Salimos de Lima a las 7:19AM en dirección a Paracas, a unas tres horas de la capital. El día de hoy cumpliría con uno de los destinos de mi «bucket list»: las Líneas de Nazca, esos misteriosos dibujos gigantescos en la tierra hechos hace miles de años por la civilización Nazca. Siempre me ha gustado el tema de lo paranormal, y las líneas son uno de esos enigmas que programas como Sightings les gusta explotar. ¿Porqué una civilización de hace miles de años hizo unos dibujos tan grandes que sólo se pueden apreciar desde el cielo?

En realidad la explicación que nos dieron fue más mundana, aunque para los Nazca fuera igual de trascendental: los geoglifos se hicieron para ser vistos por los dioses. El propósito exacto de esto varía según la teoría, por lo que las líneas permanecen siendo un… misterio sin resolver. (Los de mi generación entenderán el chiste).

Pero me adelanto.

Nuestra travesía hacia Paracas no fue exclusivamente para ver las Líneas de Nazca. También desde Paracas se hace mucho el «sandboarding» (deslizamiento en arena), los buggies (carritos especializados para las dunas), el oasis de la Huacachina (un oasis literal en el desierto), la navegación por las Islas Ballestas (que no visitamos por falta de tiempo), la hacienda Tacama (donde se hace el famoso Pisco Sour). En fin, hay bastante que hacer, y aunque se puede programar un combo de dos o tres de estas actividades para un solo día, no lo recomendaría en lo absoluto por una sencilla razón.

Van a terminar muertos de cansancio.

Obviamente no cruzamos por el agua, pero díganle eso a Google.

Paracas está a tres horas de Lima, como mencioné al principio, y para poder aprovechar varias cosas en un día tendrían que madrugar (hablamos de las tres de la mañana como hora de salida), para regresar a Lima casi a medianoche. Perú en general, de hecho, es un destino cansón precisamente porque muchas de sus atracciones principales requieren de madrugadas, y cuando las madrugadas se acumulan uno termina necesitando vacaciones de las vacaciones.

Nuestra visita a Paracas se extendería hasta el día siguiente, lo que posibilitó el salir a las siete en vez de a las tres de la mañana. Se suponía que a eso de las once comenzaríamos el sobrevuelo, pero este se atrasó por inclemencias del tiempo. Esta es otra razón para quedarse una noche en Paracas; así se dan la oportunidad de reajustar actividades en caso de que el sobrevuelo tenga que ser cancelado por el día. En nuestro caso no tuvo que ser cancelado, pero sí significó volar a la una de la tarde.

Líneas de Nazca

El sobrevuelo lo pueden tomar desde el aeropuerto de Pisco o desde Nazca mismo. Nazca está demasiado lejos de Lima como para hacer esta una opción viable, así que fuimos a Pisco, un aeropuerto muy bonito y bien cuidado, aunque probablemente esto se deba en gran medida a que sólo atienden los sobrevuelos a Nazca, por lo que nunca está lleno. Eso hace que la experiencia en el aeropuerto sea una relajada. Las avionetas que nos transportaron eran de doce pasajeros, aunque también hay de cuatro pasajeros. Tienen que hacer el «check-in» como cualquier otro aeropuerto, allí los van a pesar (recuerden que ellos tienen que balancear la avioneta, así que olvídense de escoger sus propios asientos, ellos se lo asignarán), y les cobran el impuesto de aeropuerto, que en el momento que fui era de 15 soles, o unos USD4.38.

Luego queda esperar.

No se trata sólo de esperar por la próxima avioneta. Dependiendo de cuántas personas hayan en esos momentos, puede que les toque el siguiente vuelo, como el próximo luego de ese, como sucedió en mi caso. Aquí aprovecho para dar mis consejos sobre esta experiencia, pues como me sucedió varias veces en Perú, aprendí sobre lo que había que hacer por no haberlo hecho.

Si usted se marea fácilmente en un avión, mi recomendación es que no haga el sobrevuelo, punto. Para que todos los pasajeros puedan ver los geoglifos principales, el piloto se ve obligado a realizar varias maniobras que van a poner a prueba su capacidad para no vomitar. Voy a ir más allá: si las Líneas de Nazca no están en su «bucket list», no las haga. Solo valdrán la pena si puede apreciar lo que está viendo, porque de lo contrario lo recordará como una mala experiencia.

Tome pastillas para el mareo. Esto sí lo hice, aunque no se qué tan efectivas fueron, porque en todas las situaciones en que las he tomado me he mareado comoquiera. Igual, tómeselas. Pero lo mejor para las náuseas es tener alguna crema aromaterapéutica. Se los digo porque eso fue lo único que evitó que vomitara en el avión, ya que una de las chicas de nuestro grupo por suerte tenía una y la pasó por el grupo una vez comenzaron las piruetas. Creo que si me hubiera untado un poco por la nariz antes de comenzar las maniobras me hubiera ido mejor y nunca me hubiera mareado, pero como les dije al principio, no fui preparado. En el video de abajo verán esos primeros minutos del sobrevuelo, todavía no me había untado nada y una vez dejé de grabar básicamente dejé de pensar en ver los geoglifos y dediqué toda mi energía en no vomitar. (Por si acaso, vomitar es normal en estos viajes y ellos tienen bolsitas para esto). Una vez la compañera pasó la crema aromática se me fue el mareo como por arte de magia y pude prestar atención nuevamente a los geoglifos.

Hasta que aterrizamos.

Aunque el proceso de aterrizaje no requería las maniobras extremas que se necesitan para ver los geoglifos, al desaparecer la estabilidad del vuelo se reactivaron mis náuseas incluso más fuertes que al principio, y si no es porque me unté más crema en el último segundo, allí dejaba el desayuno. Así que tengan esto en cuenta cuando hagan el sobrevuelo.

Otra cosa a tener en cuenta: las Líneas de Nazca han sobrevivido intactas por miles de años debido a que es un área donde la precipitación de agua es mínima. Como se hicieron los geoglifos fue trazando caminos por el terreno de piedritas especiales del lugar, que una vez removidas no hay cambio ya que el clima no cambia.

El calentamiento global está alterando este status quo, causando una mayor precipitación en el área y poniendo en peligro los geoglifos. Es posible que de aquí a unas décadas hayan desaparecido, así que si es algo que han pensado visitar alguna vez, no lo piensen demasiado. Puede que para cuando se decidan ya no esté.

Oasis de la Huacachina

Del aeropuerto fuimos directamente a nuestro hotel, el San Agustín Paracas. Teníamos programados para ese mismo día los buggies y el sandboarding, pero debido al atraso del sobrevuelo por el clima esto no fue posible; para suerte nuestra, porque después de las piruetas aéreas no estábamos para piruetas en la arena.

El San Agustín Paracas se supone es un hotel humilde y económico (en especial cuando se compara con su lujoso vecino el Aranwa) pero la realidad es que es un hotel muy bonito, por dentro y por fuera, y está excelentemente ubicado frente al mar, y anexo a un «strip» comercial de tienditas en donde pueden conseguir souvenirs de confección local. Aquí aproveché para comprar guantes y un gorrito para el frío, que no sólo me harían falta para Cusco, sino que me hacían falta en esos momentos para este lugar. Recuerden, el desierto es frío de noche. Para complicar el asunto, por falta de espacio en el bus solo llevamos equipaje de mano (el resto del equipaje lo dejamos en el hotel de Lima, al cual volveríamos), y empaqué tan pobremente para esta noche que no tenía ningún abrigo. El abrigo no hace falta en la habitación, claro, pero si quieren salir y explorar un poco, lo necesitarán o sufrirán como yo.

Al otro día partimos hacia el Oasis de la Huacachina. Hoy en día es una pequeña ciudad turística con una población permanente de alrededor de 120 personas, construida alrededor de la laguna que le da su nombre. Es un lugar muy exótico, como de película, en donde se practica además el sandboarding y los buggies. Sin embargo, nosotros no practicamos ninguna aquí, ya que la compañía que nos daría los servicios trabaja en otra región. Qué tanto control hay en la Huacachina en cuanto a la seguridad en los buggies, lo desconozco. El sandboarding lo pueden practicar aquí sin problemas pues es cuestión de alquilar una tabla, subir una duna, y lanzarse. Si mal no recuerdo (y me disculpan por tener que abusar de la memoria aquí) el costo del alquiler es de unos tres soles, que equivale a menos de un dólar americano.

Buggies y Sandboarding

Independientemente de dónde realicen los buggies y el sandboarding, los principios son los mismos: en el caso de los buggies, se montan en el vehículo, bien asegurados, y un chofer ya entrenado navega y se barre por las dunas; mientras que en el caso del sandboarding, se lanzan desde una duna en la tabla, y recen por llegar al fondo sin revolcarse en la arena primero. Debo admitir que por esta razón no me disfruté el sandboarding como lo hice con los buggies, estando más pendiente de no perder el balance y hacer el ridículo que de disfrutarme la bajada. Que ahí se ve que mi niño interior es más introvertido que mi adulto exterior, porque a un niño le importará poco si se tiene que revolcar o no en la arena.

Pero bueno.

Consejos para estas actividades (y aquí hablo nuevamente por experiencia en no haberlo hecho, pues porque todavía hace dos años era medio kamikaze con los viajes): lleven obviamente bloqueador solar, lleven crema humectante para que no se les reseque la piel, y por el amor a Dios lleven una bufanda, pañuelo, lo que sea que les pueda tapar la nariz y la boca. Los ojos se los protegerán con las gafas especiales que ellos mismos les proveerán, pero el resto de la cara es problema suyo. Es divertido sentir el aire a esa velocidad, pero no tanto la arena buscando meterse por cuanto orificio tienen expuestos. Vamos, que por algo Anakin Skywalker odiaba la arena.

Por eso es que tanto Anakin como yo odiamos la arena. Cero protección de la nariz para abajo.

Lo divertido de los buggies es cómo los choferes maniobran de manera que parece que se pueden volcar en cualquier momento, pero nunca sucede porque se conocen ya cada pulgada cuadrada de las dunas. Es como una montaña rusa en la arena, aunque no marea en lo absoluto.

Les prometo que los buggies van mucho más rápido que esto.

Los buggies cumplen el doble propósito de actuar como atracción y de transportarlos a la próxima atracción, el sandboarding. Se detendrán en unas dunas de buena altura, y cada cual va haciendo turnos para tirarse como mejor les parezca. O sea, si creen que de pie tendrán el balance para llegar al fondo, pues adelante. Si, como yo, piensan que ni amarrados a la tabla van a llegar a salvo, pues se tiran como yo: trincos y asustados.

Una vez todos satisfechos con el sandboarding, es de vuelta a los buggies para otra sesión de maniobras en la arena en el camino de regreso a nuestro bus. Luego de que nos entregaran otra certificación (esta vez por completar el circuito de buggies y sandboarding), nos pusimos de camino a Lima.

Pero en ese camino hicimos primero una parada en…

Hacienda Tacama

El viñedo más antiguo de América, Tacama fue fundado en los 1540s. Aparte de su valor histórico está el estético: no sólo los viñedos son hermosos, sino que las estructuras coloniales del lugar le dan un toque especial de antigüedad que otros viñedos no tienen. Estas estructuras incluyen una iglesia y, por supuesto, las bodegas.

El tour de las bodegas habla por supuesto del proceso de elaboración del vino, de la historia del lugar, y termina con una degustación de diferentes variedades del Pisco Sour, la bebida nacional del Perú, y que es punto de contención entre este país y Chile sobre quién fue el creador de la misma.

De Tacama regresamos a Lima, para descansar lo más posible antes de madrugar para tomar nuestro vuelo a Cusco, antigua capital imperial y actual capital turística del Perú.

Pero esa es una aventura para otro día, y otro blog.

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4 comments

  1. Wow!! Perú de verdad tiene unos paraísos!! Ojalá yo pueda conocer alguna vez. Desde hace tiempo vengo mirando fotos del oasis de la Huacachina y me parece surreal, una preciosidad. Abrazos desde México!!

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