Medellín: Plaza Botero


Encima nuestro se hallaba una vía elevada del famoso metro de Medellín, apuntando en la misma dirección hacia donde nos dirigíamos. Las columnas que le sostenían estaban cubiertas de plantas y flores, pero no por falta de mantenimiento o descuido; su presencia era ornamental, y cumplían con fusionarse de manera natural con los árboles que se hallaban más adelante. Ese «más adelante» lo alcanzamos luego de cruzar la calle, pasando por un grupito de policías con chalecos amarillos que charlaban amenamente, y un señor con gorra de los Mets de Nueva York al que le faltaba la mano izquierda, mientras sostenía con la derecha lo que parecían ser panfletos informativos de la plaza. Detrás del señor ya se podían ver las primeras gorditas de bronce que hacían de este lugar uno especial.

Es muy probable que, aunque no sepa quién es Fernando Botero, haya visto alguna vez una de sus famosas esculturas. Y es que tienen un estilo muy peculiar: son todas gorditas, ya sean personas o animales. Eso lo ha hecho famoso a nivel mundial, pudiéndose encontrar su arte en grandes ciudades como Nueva York y París, además de – por supuesto – su ciudad natal: Medellín.

La Plaza Botero surge de la necesidad de renovar el Museo de Antioquia, y de una promesa que hiciera el propio Botero de donar parte de sus obras en caso de que el Museo consiguiese crecer. Eventualmente se escogió el antiguo Palacio Municipal como la nueva sede del museo, una decisión inusual considerando que el Centro de Medellín de aquella época – finales de los 90’s – se trataba de un área deteriorada en una ciudad que todavía sufría los estragos de la violencia que una vez llegó a caracterizarla. Que allí se exhibieran obras de semejante artista, y que con esto surgiera el lugar como un punto de atracción turística, era una idea descabellada.

Bueno, aquí estamos.

Si escogí la Plaza Botero para comenzar la exploración blogística de Medellín, es porque esta caracteriza esa ciudad de la que hablé en la introducción; lo que en cierto momento estaba en franco deterioro, hoy en día es uno de los lugares más visitados gracias a la visión que tuvieron los medellinenses de atreverse a soñar. Y quizá no hay medellinense más grande que el propio Fernando Botero.

El lugar es uno muy concurrido, y aunque en mi caso particular no sentí inseguridad estando allí, sí se recomienda cautela precisamente por la cantidad de personas que constantemente recorren la plaza, lo que propicia la presencia de carteristas. También debido al número de personas que visitan la plaza no espere tomarse fotos solitos con las esculturas, pues es una misión que resulta casi imposible. Admírelas, tómese sus «selfies», pero no espere la foto de «magacín».

Como lugar de multitudes que es, la Plaza Botero atrae todo tipo de personajes, como el «robot» de abajo:

Sobre el Museo de Antioquia que actuó de catalítico de todo esto, pues admito que por cuestiones de tiempo no tuve la oportunidad de visitarlo, por lo que no puedo comentar nada al respecto que sea por experiencia propia. Sí recuerdo el negocito de al lado, donde nos tomamos unos refrigerios.

Cosas de la memoria.

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