Estambul: Mezquitas y palacios


Por mucho tiempo había querido ver con mis propios ojos el interior de la mezquita de Santa Sofía. Por algunos años tuve la localización grabada en la lista de «Lugares que quiero visitar» de Google Maps, casi como un recordatorio de que no me podía perder este monumento si alguna vez iba a Turquía. Terminaron siendo medidas completamente innecesarias, pues nunca lo olvidé cuando finalmente pude viajar a Estambul. Como imaginarán, las expectativas eran altísimas, algo que generalmente va en detrimento de lo que se busca.

A pesar de esto, Santa Sofía no defaudró. Todo lo contrario, quizás rebasó lo esperado.

Como ciudad Estambul tiene de todo para todos los gustos, pero es lógico que, dado su largo historial, sean las partes históricas las que provean el atractivo turístico inmediato. Lo que son las grandes catedrales europeas aquí lo suplen las mezquitas, incluso aquellas que comenzaron como centros de adoración cristiana. No hay que ser religioso para admirarlas; con su belleza arquitectónica es suficiente aliciente para visitarlas.

Lo bueno es que las principales mezquitas – y el principal palacio – se encuentran todas muy cercas una de la otra, de manera que con tiempo y paciencia se pueden visitar las más importantes todas en un día, incluso sin necesidad de un tour guiado.

Santa Sofía

Cruzando las enormes puertas del interior de la mezquita nos recibe un espectáculo visual imponente. Es aquí donde vienen miles de musulmanes a entrar en conversación con Alá, y – a pesar de la presencia continua de miles de turistas – la localidad no puede ser más perfecta para cumplir con esta misión. El arte arquitectónico se fusiona con un juego de luces combinado, en donde la artificialidad del ser humano se une a la divinidad del mundo natural: decenas de lámparas cuelgan en el recinto, mientras que las ventanas expertamente diseñadas permiten la entrada de los rayos del sol de manera tal que Dios mismo parece haber tenido la idea. Varios símbolos del Islam predominan en los arcos estructurales de la mezquita, pero igual llama la atención lo que no se deja ver, la simbología cristiana original tapada ahora por enormes mantos.

En mi opinión esta es la obra suprema en Estambul. Santa Sofía fue construida como iglesia ortodoxa en el siglo cuarto d.c., y sirvió como tal hasta la caída de Constantinopla a manos de los Otomanos en 1453, a partir de lo cual fue transformada en mezquita. Así estuvo hasta 1935, cuando se convierte en museo. En 2020 fue reconvertida en mezquita activa, la razón por la que ciertos íconos cristianos que adornan su interior fueron cubiertos con telas.

Las puertas que llevan al interior de la mezquita, junto con la particular iluminación producida por las ventanas, le dan a Santa Sofía un aire mágico. Realmente se siente como entrar a Hogwarts.

Para entrar a las mezquitas hay que quitarse los zapatos, los cuales se dejan en una sección con unos cajones para guardarlos, y en el caso de las mujeres deben cubrirse la cabeza antes de entrar. En estas mezquitas tienen velos para cubrir a las mujeres que olviden llevar algo, pero por razones obvias es mejor que ya vayan preparadas.

Mezquita Azul

La Mezquita del Sultán Ahmed, coloquialmente conocida como la «Mezquita Azul» por el color de su techo interior, es una de las más famosas de Turquía. Lamentablemente llevaban años llevando a cabo trabajos de restauración los cuales fueron atrasados por la pandemia, y se esperaba que duraran un par de años más. Mi visita se dio a finales del 2021, y al escribir estas líneas en septiembre del 2023 aparentemente ya han terminado con casi todos los trabajos. Al momento de visitarla solo se podía ver lo siguiente de su famoso techo:

Mezquita de Suleymán el Magnífico

Cada vez que escuchaba una mención de «Suleyman el Magnífico» me venía a la mente aquel superhéroe de tirillas cómicas de los… ¿60s? ¿70s? Bueno, los más jóvenes no van a saber a lo que me refiero, así que aquí va una foto:

Sí, no se llama igual, pero el nombre se parece y el «look» no dista mucho del de un sultán turco. Pero el Suleyman, contrario al Kaliman, existió realmente, allá para el siglo XVI, y entre su legado se encuentra la mezquita que lleva su nombre, y donde está enterrado.

De esta mezquita no se habla tanto como de las primeras dos, pero considero que es tan imperdible como ellas. Además está relativamente cerca a las otras dos, por lo que en un día es posible visitar las tres sin problemas.

Palacio de Topkapi

Con la caída de Constantinopla en 1453, y el ascenso del Imperio Otomano con la ciudad como capital, el sultán Mehmet se establece en el nuevo gran palacio de Topkapi Sarayi. El mismo fue residencia de los sultanes hasta 1860, casi cuatrocientos años contínuos de intrigas políticas que harían sonrojar hasta a los personajes de Game of Thrones. La opulencia del lugar se manifiesta desde la entrada amurallada, pasando por los hermosos jardines y llegando hasta los museos. Estos museos no permitían fotos, aunque francamente igual me aventuré a tomar algunas de las piezas más espectaculares. Si no las enseño aquí es por haberlos perdido junto con cientos de fotos y videos del resto de mi viaje y parte de mi aventura por Egipto, esto debido a problemas… técnicos con la tarjeta de memoria del teléfono.

Pero bueno, que bastante ya he llorado esa pérdida, y bastante más que la lloraré en futuras entradas además, así que por ahora solo diré que las fotos de abajo son cortesía de Magda Acevedo, compañera de viaje que amablemente accedió a prestármelas para el blog.

Y con esto concluye nuestro paseo por las principales mezquitas y palacios. No es que estos sean todos, pero son los principales en una ciudad que tiene un mundo de historia.

En nuestra próxima entrada daremos un paseo por el Bósforo, una navegación que es absolutamente imperdible. ¡Hasta entonces!

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