Santo Domingo: un recorrido


«Que Dios lo cuide, Jesús está contigo.»

Así fue como la empleada de Aduanas me dió la bienvenida a Santo Domingo, capital de la República Dominicana, una vez verificó que todo estaba en orden y me permitió pasar. Corría el mes de octubre 2021, y el Aeropuerto Internacional Las Américas estaba rebosante de actividad, casi como si no hubiera pandemia. No que los demás aeropuertos que he visitado post-Covid hayan estado desiertos, pero aquí el distanciamiento social era como una sugerencia menor, especialmente en el área en donde los pasajeros recién desembarcados se encontraban con familiares, amigos, o trasladistas (mi caso).

Que quizás la empleada de Aduanas no lo decía por mera devoción personal. A lo mejor su consciencia se sentía mejor santiguando vocalmente a los viajeros, que se yo.

Este fue mi primer viaje al vecino país, cosa rara entre puertorriqueños que pasados sus cuarenta todavía no hayan pisado suelo dominicano ni una vez. Generalmente las visitas turísticas de Borinquen a Quisqueya son para Punta Cana, en resorts Todo Incluido donde lo que se busca es relajarse, beber y comer sin parar, bailar, joder, nadar… en fin, es un turismo puramente vacacional. Los alrededores de la capital Santo Domingo tienen su número de hoteles Todo Incluido también, pero no al nivel de Punta Cana, y aquí el boricua viene más bien a visitar familia por el lado quisqueyano, o a otro tipo de asuntos.

Para mis gustos, yo me quedaría en plena Zona Histórica de Santo Domingo, lugar comparable al Viejo San Juan y Cartagena de Indias en historia, arquitectura, y ambiente. Ese es mi tipo de turismo, y Santo Domingo tiene para complacerme. Pero ese no fue mi destino final, sino Juan Dolio – a unos cuarenta minutos de la capital – gracias a una estadía de tres noches que me gané para el resort Todo Incluido Emotions.

No voy a hacer de este artículo una crítica del resort. Mi interés es el turismo histórico y de exploración, y para eso me enfocaré en mi recorrido por Santo Domingo.

Mi chofer para el recorrido fue Tindel. No les voy a negar que cuando primero escuché su nombre me dio un no se qué de inseguridad, puesto que para conseguir sus servicios a través del hotel la persona primero me hizo seguirla hasta frente de la sección de restaurantes del resort – como si no quisiese que lo escuchasen en su zona – para cuadrar por teléfono con este señor. Fue una movida medio sospechosa que se hizo más sospechosa cuando le pregunto por el nombre del guía y la persona del hotel tuvo que buscarlo. O sea, cuadró todo con alguien de quien no sabía ni su nombre a pesar de que hablaron medio amistosamente, y cuando me dice «Tindel» lo primero que pienso es que se lo sacó de la manga estilo sketch de comedia, donde vió en su celular el app «Tinder» y se dijo a sí mismo «¡AJÁ!». Para colmo solo podía pagar en efectivo, lo que me obligaba a sacar dinero de un cajero automático fuera del hotel (el del hotel no funcionaba) para el cual tuve que caminar por más de diez minutos en parte por un tramo solitario de carretera, y por supuesto volver por la misma ruta. Bueno, que las cosas como que no comenzaban con el pie derecho.

Hablando de traspies, si me lo permiten doy vuelta al aeropuerto para contar una anécdota sobre los cambios de moneda. (Si no me lo permiten pueden brincar a la sección de Los Tres Ojos). Sucede que ya había cuadrado un servicio de traslados de ida y vuelta entre el aeropuerto y el hotel, que para eso soy agente de viajes. Soy de los que piensa que si ya uno pagó por un servicio, pues que te den el servicio y todos felices. Acostumbrado a llevar grupos de la agencia en donde todo está pago y finiquitado, feliz e ingenuamente pensé que solo tenía que montarme en el bus, llegar al hotel, y de ahí hacer el «check-in». Que tenía que ponerme a dar propinas no pasó por mi mente.

Y como no pasó por mi mente, en ningún momento se me ocurrió cambiar dinero en el aeropuerto (si han leido mi blog anteriormente saben que mi filosofía es no cambiar dinero en el aeropuerto). Oportunidades de más habían, pues pasé varias máquinas de cambio. De modo que cuando la persona del traslado arrastró mi equipaje de mano del punto de encuentro al bus (cosa que yo pude haber hecho con la misma destreza y realizando el mismo esfuerzo que si no llevara nada), este no sólo esperaba compensación por sus servicios, sino que me lo hizo saber de manera inmediata. Mi primera reacción fue un «oh shit, no ando con efectivo» puesto que el 98% del tiempo realmente no ando con efectivo; ah, pero esta vez me dio con sacar dinero en el aeropuerto de San Juan así que sí andaba con dólares.

En billetes de a veinte.

Pues por sus magníficos cuatro minutos arrastrando mi maleta con rueditas, el hombre se ha llevado USD $20 (aproximadamente 1100 pesos dominicanos). Me quitó el billete como si fuera lo más normal del mundo recibir tamaña compensación por tan pueril labor.

Foto del momento en que me tocó pagar propina.

Se imaginarán que el chofer del transporte no se podía quedar atrás.

Lo bueno es que son como cuarenta minutos del aeropuerto al hotel que me dieron tiempo de asimilar la idea de perder otros $20 por un servicio por el cual ya había pagado y que para colmo me salió en menos de $20 por la idea y la vuelta. Moraleja: si llegan por su cuenta y no en grupo, saquen un poco de dinero en moneda local en el aeropuerto para las inevitables propinas que se avecinan.

(Este asunto de propinas y dinero por el lado en Dominicana quedará chiquito una vez llegue en el blog a mis aventuras por Egipto, al que fui tres semanas después de este viaje; pero eso es literalmente un cuento para otro día).

Dicho esto, las personas con las que me topé en Dominicana, pidieran o no dinero, todas fueron muy amables y orgullosas de hablar de su tierra, particularmente cuando se enteraban de que era mi primera vez allí. Mi problema es que soy bastante anti-social y no gusto de hablar mucho a menos que tenga confianza con la persona y un tema que me apasione; pero de vez en cuando hacía el esfuerzo por entablar algo de conversación. No que ese fuera el caso del traslado que me costó $40 adicionales por andar mal preparado. Ahí la tortuga anti-social que soy se escondió por completo en el caparazón y solo asomaba la cabeza para contestar directamente preguntas.

Los Tres Ojos

Tindel ya me esperaba a la salida del restaurante donde tocaba el desayuno, faltando todavía cinco minutos para la hora acordada de recogida. El vehículo era una de estas viejas vans de 12 pasajeros, pero todo ese espacio era para mi (lo que explica los $90 que costó el «tour», era todo en privado). Por supuesto que me senté al frente, al lado del chofer.

No era un tour per se. Tindel serviría de chofer para algunas de las principales atracciones turísticas cerca de la zona, que no es exactamente lo mismo. Sí, él me habló sobre los lugares que visitamos, pero al no ser un guía certificado por ley no me podía acompañar a las paradas, las cuales haría con los guías de cada lugar (con sus debidas propinas, por supuesto). Pero ni modo, ya vamos de camino y de todas formas un tour de esta magnitud para una sola persona es carísimo sea el país que sea (aunque mi impresión al consultar con el hotel previo a mi llegada era que estos tours eran regulares, no un servicio a petición).

La primera parada fue Los Tres Ojos, unos cuerpos de agua subterráneos que probablemente sean mejor conocidos como «cenotes» gracias a los que existen popularmente en México. Es probable que se deba a la pandemia y a que llegamos temprano, pero el parque estaba casi desierto, por lo que el recorrido fue prácticamente en privado, y las pocas fotos o videos que tomé en que salen otros seres humanos eran personas que trabajan en el parque. Desconocía por completo de la existencia de este lugar en Dominicana, así que fue una agradable sorpresa que mi primera parada en el tour de la ciudad fuese en realidad una atracción natural de gran belleza.

«Lago Azufre»

El primer «ojo», o cenote, es el Lago Azufre (arriba). El nombre viene por una sustancia de color blancuzco que hace mucho tiempo se pensaba era azufre, pero luego se comprobó que era calcio. Su formación data de varios millones de años, y se sabe que eran utilizados por los aborígenes taínos como refugios de las tormentas.

«La Nevera»

El segundo ojo en el camino es conocido como «La Nevera», ya que por su posición – como bien pueden apreciar en la foto de arriba – el sol apenas le da, y el agua tiene una temperatura más fría. El guía conjetura que antes de que el cambio climático comenzase a hacerse sentir el agua era lo suficientemente fría como para ameritar el sobrenombre, pues hoy en día la temperatura del agua oscila entre los 18 y 22 grados Celsius (65 a 72 grados Fahrenheit).

Para pasar al próximo punto en el recorrido se toma un bote en «La Nevera» que cruza de un lado a otro. El mismo es manejado por unos trabajadores estacionados allí, uno de los cuales mueve el bote agarrándose de unas cuerdas amarradas de un extremo a otro y halando. Se imaginarán que el hombre debe tener unos bíceps de ensueño, si ese es su trabajo diario, porque no debe ser fácil mover un bote de esa manera.

Lo que está al otro lado es lo más espectacular del parque, e irónicamente es lo único que no es un «ojo», pues no cumple con la definición de ser un cuerpo de agua techado. Si los demás ojos son mosqueteros, entonces este es el D’Artagnan del parque, el que técnicamente no es un mosquetero pero sin duda es el protagonista de la novela. Se llama Los Zaramagullones, esto por una especie de patos autóctonos de la zona.

Los Zaramagullones

Sí sí sí, le puse filtro tanto a esta foto como a la del encabezado de la sección, pero es que las fotos regulares no le hacen justicia a la manera tan surreal en que la luz del sol iluminaba la escena, y lo más cercano a lo que podía llegar con el efecto era hacer esto. Conste, que hablo únicamente de la coloración, no de algún efecto de luz digital. No, esa parte de la foto es tal como es en la realidad.

El guía aquí me dio una información que, al yo investigar luego para comprobar su veracidad, resultó ser falsa, pero que se ha convertido en una especie de mito verídico para realzar la popularidad del sitio. Y es que él dijo que allí se filmaron escenas de la Jurassic Park original.

Jurassic Park es, quizás, la película que más veces he visto en mi vida; fue la primera película que vi más de una vez en el cine, y cuando salió en VHS la debo haber visto como veinte veces ese primer mes. Cuando salió de nuevo en el cine para celebrar su 20mo aniversario, ahí estaba yo otra vez. Lo que quiero decir con esto es que tengo una buena noción de lo que salió en la película y lo que no, y por más que me rompía la cabeza pensando no recordaba una escena en donde surgiera este paisaje. Que sí, al principio hay una escena que supuestamente es en una mina de ámbar en República Dominicana (con trabajadores con un sospechoso acento mexicano), pero nada de lo que tenía frente a mi sale en esa secuencia, ni en ninguna otra que recordase. Sin embargo, «Los Zaramagullones» tiene un aspecto tan impresionante y tan… prehistórico, que es enteramente creíble el dato, y en el momento achaqué mi fallo en recordar la escena a un simple desliz de la memoria. La verdad es que no hace falta acomodarle un dato como ese para vender el lugar. Es espectacular tal cual, sin necesidad de Spielberg haberlo pisado nunca.

Hasta en blanco y negro se puede apreciar el efecto de la luz.

El tercer ojo se conoce como «El Lago de las Damas», debido a que se utilizaba popularmente por niños y mujeres para nadar, allá para los tiempos en que los ojos no estaban protegidos por el estado y el público en general venía a bañarse.

«El Lago de las Damas»

Zona Colonial

La catedral Nuestra Señora de la Encarnación.

Terminado el recorrido Tindel enfiló ruta hacia la zona colonial de la capital. Santo Domingo es la ciudad más antigua fundada por europeos en las Américas, y no palidece por falta de monumentos y edificios históricos. Uno de los que mayor interés tenía por ver era el Panteón de la Patria, en donde está enterrado el prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos, uno de los más grandes educadores de la historia a nivel mundial. Hostos está enterrado allí ya que su deseo era ser enterrado en Dominicana (donde vivía al momento de su muerte) hasta el día en que Puerto Rico consiguiese su independencia. Como al 2021 Puerto Rico sigue siendo una colonia, Hostos sigue allí.

El Panteón de la Patria

Pero tampoco es que cualquiera puede ser enterrado en el Panteón de la Patria de Santo Domingo. Hostos es el único extranjero allí, a tal grado es considerado en la hermana república. Lamentablemente, es muy posible que Hostos sea más conocido en Dominicana que en su propia patria.

Es aquí donde aplica lo que mencioné anteriormente de que el chofer no me podía legalmente dar el recorrido. Ya me lo había explicado en el camino, comentando cómo había que disimular que fuéramos juntos pues los guías certificados por el área se molestan si ven a alguien dando un recorrido a un turista sin la debida autorización.

Tindel en la Plaza España, manteniendo distancia para disimular. Al fondo una estatua de Fray Nicolás de Ovando.

De manera que Tindel me llevó hasta la entrada, en donde uno de los guías del panteón esperaba por atender visitantes. El guía fue excelente, y le di su propina con gusto. Conocía bien su tema, cosa que parecerá obvia al lector pero en mi experiencia no todos los guías demuestran dominio de lo que les toca hablar, y algunos aunque sí tengan el conocimiento no lo saben transmitir bien. Este no era el caso.

Por supuesto que nos detuvimos unos momentos en la tumba de Hostos.

Del panteón nos movimos a una zona claramente más turística en donde se podían encontrar un sinnúmero de tiendas y restaurantes. Por supuesto que en una zona colonial no podía faltar la consabida plaza – o parque en este caso – dedicado a Cristobal Colón, que se encontraba en el centro de toda esta actividad turística y comercial. Tampoco pueden faltar las palomas, que es como si las importaran expresamente para darle ambiente a las plazas coloniales.

Mi última parada fue la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación, también conocida como Catedral Primada de América, y oficialmente nombrada como Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación o Anunciación.

Nombre no le falta.

Es una hermosa estructura del siglo XVI ubicada cerca del Parque Colón mencionado arriba, la más antigua de América. Su construcción comenzó en 1512, terminando en 1550; más o menos el mismo tiempo que se tarda el gobierno hoy en día en arreglar una carretera. ¿Que cuál gobierno? Cualquiera.

Lamentablemente la iglesia basílica catedral estaba cerrada ese día, así que sólo la pude ver por fuera. Ya para estos momentos Tindel como que se veía «desesperaíto» por terminar, y por aquello de que no me terminara cobrando más – fuera de la obligatoria propina, claro – decidí irme. Bueno, sí tuve un ratito libre en donde aproveché para comprar un mantecado mientras recorría algunas de las calles coloniales, pero decir que pude disfrutar a plenitud de la Zona Colonial sería mentir. Será para la próxima, cuando me quede a dormir en esa zona.

Y con esto terminó mi aventura en Santo Domingo. Todavía me quedaban dos días más en Juan Dolio, y Tindel por supuesto se ofreció a llevarme a otras áreas turísticas cerca de la zona, pero ya me había pasado considerablemente del presupuesto y tuve que decir que no. Mi plan era disfrutar algo de la playa al día siguiente, pero la intensa lluvia dio al traste con esos planes, y un día más tarde regresé a Puerto Rico. Pero fue llegar a desempacar la maleta pequeña para enseguida armar la grande; que en dos días me tocaba empezar una secuencia de viajes en donde visitaría Turquía, Egipto, y un poco después volver a Turquía para terminar con Jordania, países todos con una muy antigua historia y, en el caso de Turquía, con una de recursos que lo hacen uno de los mejores destinos que se pueden visitar en el mundo.

¡Hasta la próxima!

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