
Sólo tuve un día para saborear las bondades de Tailandia. Ya les conté de mi placentera aventura con el masaje tailandés, pero eso se dio ya por la tarde, luego de que regresáramos al hotel cansados y adoloridos. Por lo menos yo lo seguí cansado y más adolorido luego del masaje, pero eso no fue suficiente para bajar mis ánimos sobre lo que habíamos visitado durante el día.
Lo que sí bajó un poco mis ánimos fue el calor. Como se trata de un lugar húmedo el calor se siente de manera más intensa, así que con todo y que veníamos del desierto de Dubai ahora es que sudábamos en serio. Lo bueno de ser caribeños es que uno se acostumbra a estas molestias y no nos afectan tanto como a locales de latitudes más extremas. Francamente, el calor de Bangkok se parece mucho al de Puerto Rico durante el verano. Dicho esto, el viaje fue en octubre, y Bangkok se encuentra en el Hemisferio Norte, por lo que ellos ya habían pasado su verano. No me quiero imaginar cómo será la cosa durante el verano tailandés.
El Buda de Oro

Nuestra primera visita fue al templo de Wat Traimit. El templo en sí tiene un hermoso diseño, como se puede apreciar en la foto de arriba. Ok, quizás se puede apreciar mejor en la foto de abajo:

Sin embargo, lo que hace realmente famoso a este lugar es su contenido: una estatua de Buda de cinco toneladas y media hecha de oro macizo. Actualmente el valor del oro contenido en la estatua es de unos USD $250 millones. La estatua se cubrió con una capa de estuco durante el siglo XVIII con motivo de la invasión de los birmanos, buscando evitar que fuese robada. Fue tan efectivo este método que por dos siglos la estatua estuvo casi relegada al olvido, siendo movida en 1930 al humilde templo de Wat Traimit, en donde permaneció en las afueras por espacio de veinticinco años protegida apenas por una carpa. No fue hasta 1955 que, habiéndose decidido construir un nuevo edificio de mayor tamaño que pudiese albergar la estatua, esta se movió con una grúa, con tan mala suerte que uno de los cables se desprendió y la estatua cayó al lodo formado por las intensas lluvias. Los locales tomaron esto como un mal presagio y salieron corriendo. Al siguiente día el monje superior de la pagoda fue a inspeccionar los daños y comenzó a remover el lodo. Se dio cuenta que el estuco se había agrietado y en su interior se podía observar un metal brillante. Lógicamente el descubrimiento se regó como pólvora por toda la ciudad, otorgándole una gran prominencia al templo.
Como todo templo se tiene que estar adentro con respeto. Eso incluye quitarse los zapatos a un lado de la entrada para entrar al recinto donde se encuentra la estatua. También incluye el no distraerse tomando fotos y pisar muy cerca del área de la estatua para llevarse un regaño (como me pasó a mi).


En esta área donde se encuentra Wat Traimit pueden hacer intercambio de moneda. Si mal no recuerdo les piden el pasaporte, aunque esos detalles no les deben preocupar puesto que los guías usualmente informar sobre este tipo de cosas con antelación.
Gran Palacio de Bangkok

Usualmente cuando se utiliza el adjetivo de «gran» en un monumento, se hace en referencia a una grandeza de prestigio. En el caso del Gran Palacio de Bangkok, siendo el palacio real por supuesto que el prestigio es parte del nombre, pero aparte su grandeza es una literal: el lugar es enorme, como una mini-ciudad. Lo que se aprecia en el .gif de arriba es apenas una pequeña parte del complejo.

El Gran Palacio ha sido la residencia oficial de los reyes de Tailandia desde 1782. Su configuración de «mini-ciudad» y no de una sola estructura como suele suceder normalmente, se debe más que nada a constantes adiciones hechas por los reyes a lo largo de los siglos. Como residencia del primer mandatario del país – y un rey encima – la seguridad es estricta. En el proceso de entrada nadie puede tirar fotos ni videos (y hay guardias armados que se aseguran de ello). Sin embargo, apenas un poco después de pasar oficialmente a los predios del palacio se permiten nuevamente.

Como mencioné al principio de esta entrada, el calor es la orden del día. En donde más se sintió fue aquí, probablemente por la obligación de hacer largas filas bajo el sol, no sólo para entrar sino una vez dentro las multitudes fluyen con cierta lentitud. En tiempos de pandemia no se qué medidas estén tomando, debo asumir que el control es todavía más estricto, aunque esto redunda en mejores fotos y videos por el gentío reducido. Aunque hay muchas fronteras cerradas, para las atracciones turísticas alrededor del mundo que sí se puedan visitar no hay mejor momento para ir que ahora.







Wat Pho, Buda Reclinado

Nuestra última aventura del día juntó en uno solo y luego agrandó todo el oro y los budas que habíamos visto anteriormente: el Buda Reclinado de oro de 46 metros (unos 140 pies) de largo. De más está decir que la estatua es impresionante. Esta se encuentra en el templo de Wat Pho que ¡adivinen! es conocido como el lugar de nacimiento de los masajes tailandeses.

Probablemente el Buda Reclinado recibió un masaje del cual todavía no se ha recuperado.
Hablando en serio y con un poco más de respeto, la estatua – construida en 1832 por el rey Rama III – representa la entrada de Buda a Nirvana y el final de todas las reencarnaciones. Quizás lo más interesante del Buda, aparte obviamente de su gran tamaño, son los detalles en sus pies:
Como pueden notar en la foto de arriba, están divididos en 108 paneles, cada uno denotando un símbolo auspicioso por el cual el Buda puede ser identificado. El círculo en el centro de cada pie representa una chakra, que aquellos fanáticos de Naruto inmediatamente reconocerán como un «punto de energía».
Un último comentario antes de irnos de Wat Pho: en una de las entradas se encontraban unas estatuas guardianes (que ya se deben haber dado cuenta es una constante en estos lugares), siendo una de ellas representativa del famoso explorador veneciano Marco Polo.

«Micer» Polo es mi personaje histórico favorito, y me sorprendió un poco ver una estatua de él aquí, pues aunque indiscutiblemente sus aventuras por Asia son legendarias, no estaba al tanto que había llegado a Tailandia, ni mucho menos dejado tanta huella como para erigirle una estatua. No he encontrado información de la historia de esta estatua, desafortunadamente.
Y con eso terminó mi cortísima estadía en Tailandia. Como ya había mencionado, esa misma noche partiría de regreso a Puerto Rico, en un viaje que tardaría casi un día entero. No me sentí con ganas de explorar la ciudad por mi cuenta, no porque no se prestara a ello sino porque estaba cansado, esperando por mi masaje de esa tarde (que terminaría de destruirme) y sabiendo que lo que venía eran unos vuelos larguísimos. Lo único que recuerdo haber hecho luego del masaje fue comer una pizza en un restaurante cerca del hotel, y luego ponerme a ver televisión en el hotel. Uno de los canales era de Japón, y siendo Japón uno de mis viajes soñados – segundo en la lista, tan sólo detrás de Italia – me puse a ver uno de sus programas, algo sobre un antiguo tren que estaban restaurando y habían convertido en una atracción turística.

Estaba tan cerca de Japón, y tan lejos…
Pero en aquel momento era más un sentido de anticipación que un sentimiento de tristeza, pues en unos pocos meses tenía programado ese ansiado viaje a la tierra de los samurai y anime. Ese viaje finalmente no se daría, primero por problemas personales de salud, y luego rematado por la pandemia del Covid que donde comenzó fue en esa región. Tailandia no sería mi último viaje – un par de meses más tarde tendría la oportunidad de viajar a una de las islas de Turks and Caicos, de lo cual les hablaré más tarde – pero sí sería mi última gran exploración antes de la pandemia. Turks and Caicos fue un viaje de playa en un resort Todo Incluido, un animal completamente distinto el cual experimenté por primera vez.
Ya estamos en mayo de 2021 y la pandemia parece tirar un contragolpe a cada «uppercut» que la ciencia le ha aplicado. Ni idea de cuándo volveremos a la normalidad. Probablemente la «normalidad» no será la misma pre-pandemia. Después de todo, lo único constante es el cambio.
Antes de partir hacia Turks and Caicos iremos a otro destino del Caribe, mi base de operaciones: Puerto Rico. Porque la pandemia asestó un duro golpe al turismo internacional, pero el turismo interno sigue vivo. ¡Hasta la próxima!
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